Al sur la de Isla del Olvido, bañada por las cálidas aguas del Mar de Libia. A los pies de las Montañas Blancas. Camuflada entre barrancos y ensenadas, se halla La Sfakia. Un lugar de encuentro para quien vaga...







sábado, 29 de mayo de 2010

Morea I



                                                                            

Me desperté a las siete. Salí al balcón. El sol se elevaba tras la Península de Kissamo, abocando su destello virginal en las aguas aún oscuras de la bahía. Un taxi me llevó al embarcadero. El barco cruzó ágil las dóciles aguas, abriéndose paso hacia mar abierto. Dejé mis bártulos sobre un asiento de cubierta y fui a secar algunas piezas de ropa en el viento de proa. Desde allí contemplé la oscura silueta de la costa, desvaneciéndose en la bruma. Y así, me despedí de Creta, viéndola desdibujarse en un alo blanquecino, como un sueño. Navegábamos hacia el norte, a lo lejos se insinuaba ya la agreste costa de la Isla de Andikýtira, mientras la miraba, algo llamó mi atención, unas extrañas sombras entre el oleaje. Llegaron como una exhalación, saltando, sumergiéndose para volver a emerger, enérgicos, jugando y saludándonos con sus acrobacias. Todos aplaudimos, sonrientes a aquel grupo de delfines. Tan súbitamente como habían llegado, desaparecieron, ágiles entre los mundos de agua y aire. Pasaban las horas. La cuchilla de proa rasgaba el azul y el tiempo parecía resbalar, lánguido, alejándose en una huella de espuma, tras la popa. Amarramos durante algunos minutos en Kýtira, la segunda y más grande de las dos islas que enlazaban el trayecto hacia el continente. El omnipresente sol había desaparecido entre los nubarrones oscuros que anunciaban tormenta. Pensé, dudando, en detenerme en aquella isla de tierra yerma, de colinas sembradas de matojos y piedras. Mientras contemplaba el trasiego de pasajeros que abandonaban y subían al ferry me pregunté qué deseaba hacer. Mi objetivo era llegar al Peloponeso, allí me esperaban Esparta, la Arkadia y sobretodo, Olimpia. Me senté en los bancos de cubierta. Encendí un cigarrillo. Mientras esperaba, seguí la evolución de las nubes, empujadas por el viento del norte.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales