Al sur la de Isla del Olvido, bañada por las cálidas aguas del Mar de Libia. A los pies de las Montañas Blancas. Camuflada entre barrancos y ensenadas, se halla La Sfakia. Un lugar de encuentro para quien vaga...







lunes, 26 de octubre de 2009

Luces y Sombras VIII - Barcelona



BARCELONA

Ésta es una de esas noches, en las que el tiempo resbala, tan suavemente, que hasta parece olvidarse de su paso. Una de esas noches en las que, libres de la presión de las jornadas de trabajo, libres también de la euforia aglomerada del fin de semana, las calles de Barcelona parecen poder respirar, mostrando el camino hacia un sutil universo de belleza, placer y vacío.
Oír el eco de tus pasos, tenue, como la luz en las siluetas del Passeig de Gràcia. Entre el pulcro susurro de los coches, pocos y distantes. Acaso parar un instante, en la Plaça de Catalunya, bajo el giro torpe del gran reloj. Fugaces sombras frente a la Catedral, al encuentro de su propia soledad. Y al fin, las calles del Barri Gòtic, oscuras y acogedoras. Refugio. Y anhelo de una belleza, apenas insinuada en furtivos destellos ocres, sobre las oscuras piedras de sus muros.
Las imágenes parecen flotar, distantes e inalcanzables, en la quietud. Si no fuera porque aún me parece sentir la humedad añeja de aquellas calles. De todos aquellos años que pasé recorriéndolas. De la impaciencia por resolver el confuso deseo. De aquella conversación, sostenida como un pulso, por hallar puertas al laberinto, que en ellas me encerraba. Que en ellas me atrapaba. Que en ellas, me urgía a buscar, inútilmente, señales de libertad. Ahora, desde la distancia. Desde otra orilla. Al pensar en ellas, muchas son las imágenes que se atropellan en la memoria. Imágenes incompletas. De una realidad, cuya esencia, como la de sus propios recuerdos, era la fragmentación, la carencia.
Sin embargo, en noches como ésta. Mientras una sutil fragancia de nostalgia, traiga a mi memoria, sensaciones aparcadas, de un tiempo casi lejano. No me resistiré a sentirme de nuevo, en brazos de aquellas horas. A cuya melancolía no resuelta, deba volver algún día, cual nómada del tiempo, para darle fin.

El Mundo IV- Roases y espuma


En Inglés los llaman Ballenas Picudas. Viejos pescadores los conocen como Roases. Más de veinte especies son citadas en los libros. Sin embargo, la familia Ziphiidae, los zifios, siguen siendo uno de los mayores misterios, de cuantos pueblan el océano. De vida habitualmente pelágica, son casi imposibles de avistar cerca de costa. Excepto en los varamientos, posiblemente provocados por maniobras militares submarinas.
Y excepto en la bahía de una pequeña isla, de cuyo nombre no quiero acordarme. En sus aguas, tienen lugar una serie programas de investigación, encaminados a estudiar y conocer mejor sus hábitos y comportamiento. Sus relaciones con el hábitat y su fisiología. Que permitan entenderme mejor las costumbres de estos animales, el por qué de su forma de vida, sus necesidades, sus características y su fragilidad. De tal modo, que podamos hacernos un dibujo más certero de cómo son y qué necesitan para vivir. Para, sólo así, poder disponer de datos y pruebas, que nos faciliten elaborar análisis, construir argumentos y presentar legítimas propuestas. En defensa de los animales y del entorno.
Ése es el camino del conocimiento y la acción. Necesitamos conocer mejor la naturaleza. Necesitamos conocer mejor el mundo en el que vivimos. Comprender la dependencia mutua, las sutiles relaciones que lo conforman. Necesitamos hacernos más sabios. Y a través de la sabiduría, necesitamos aprender a amar el planeta que nos da cobijo. El único hogar que conocemos. El pálido punto azul, en un rincón del universo.
Quizás el mayor de los privilegios que nos dan las horas pasadas en el mar. El mayor privilegio que nos ofrecen los acercamientos y las fotografías, los marcajes y las localizaciones, sea el simple placer de estar cerca de ellos. El bienestar de sabernos afortunados espectadores de su misterio, de sentirnos iniciar el camino hacia el descubrimiento, hacia lo mejor que hay en nosotros.
Y es que, trabajar con los animales es trabajar con las personas. El objeto de estudio se convierte en la herramienta para el desarrollo de nuestras inquietudes, nuestras potencialidades, nuestra creatividad. Pero también para formar nuestro carácter y nuestra humildad. El estudio de los animales, se transforma, o quizás siempre lo fue, en la manera de unir diferentes voluntades. De dotarlas de un sentido, de un fin común. De un fin generoso, que transciende las simples aspiraciones individuales. Y da más sentido a nuestra relación con la vida y con el mundo. Nos hace sentir mejores. Nos hace sentir más útiles. Nos transforma. Nos eleva. Exorciza nuestras carencias. Y nos da una vía para liberarlas.
El Océano aún guarda misterios en su oscuro vientre. Son muchas las criaturas, capaces aún de despertar en nosotros el anhelo de atravesar sus aguas. Los gigantes aún mueven sus vientos frente a nuestra vela blanca. Y quizás, tan sólo internándonos en su inmensidad, podamos sentir aún el aliento ancestral, que persigue al sol cuando se esconde bajo su regazo. En sus noches inmaculadas, diez mil estrellas dan cobijo extrañas a siluetas negras. Y el quejido eterno, aún mece el paso del tiempo. Seguimos necesitando sus misterios, para ir más allá, para no quedarnos con las últimas huellas del camino. Debemos seguir buscando respuestas. Debemos seguir transmitiendo. Ésa es la misión. Aprender y enseñar. A juzgar las cosas, a través de su propia identidad. A no renunciar. A seguir. A amar.

Cabalgando de nuevo. Por siempre, sobre las olas, de un azul infinito.

jueves, 15 de octubre de 2009

El Humor

Darle un giro a nuestra relación con la realidad. Escaparnos de su control. Mirarla desde atrás. Observar al monigote humano. Reírnos de él. Y a la vez, compadecernos de su simplicidad, de su pequeñez. Quizás sea ésta la cualidad que nos acerque más a nuestra esencia. La que más ayude a la lucidez, en su sufrida convivencia con el sin sentido de la vida.



La Gracia

Tal vez la percibamos en algún gesto, en algún giro, en algún movimiento que atrapa nuestra mirada. De dónde viene. Cómo definirla. Cómo predecir el camino de un rayo en la montaña. Esa extraña cualidad que armoniza la realidad, que atrapa la sencillez, la belleza, que de otra manera nos sería velada, difusa, perdida en la inmensidad, en el caos. En el placer que nos proporciona mirarla, habita la gracia.



lunes, 12 de octubre de 2009

El Mundo III - Atunes y Mazmorras



Durante estos días, como viene siendo habitual en el último año, hemos sido testigos de un secuestro, de un atunero español. Hemos visto la lógica angustia y preocupación de los familiares. Y la respuesta de las autoriades, para resolver el caso. De estas mismas autoridades y voces públicas, hemos oído opiniones acerca de enviar, por ejemplo, soldados a bordo o incluso mercenarios contratados. Claro está, para que protejan a los barcos de los ataques. Como de hecho, según parece ya hacen ingleses y franceses.
Podríamos estar describiendo esta realidad, con estos enfoques, durante largo rato. Sin embargo, todo lo que hemos oído acerca del caso concreto del pesquero y de la pesca en el Índico, ¿nos da un dibujo certero de una realidad, que quizás sea más amplia?
Esta tarde, en la radio, han entrevista a Vicente Romero, cuyos reportajes suelo seguir en Informe Semanal. El programa, inteligentemente, ha escogido plantear este asunto con él. ¿Por qué? Yo creo que porque sabían que iba a saber describirlo, analizarlo, de tal manera que hiciera ver al oyente que, tal vez, la manera con la que hasta ahora ha juzgado todo este asunto, no era la más acertada. La más cercana a la verdad.
Ha venido a decir, señores, sí entendemos el sufrimiento de las familias, de los marineros. Entendemos que todos tenemos que ganarnos la vida. Entendemos que hay que defender su integridad. Por supuesto que sí. Pero, de qué manera manejamos nuestra relación con el resto del mundo, con el resto de la naturaleza, con el resto de las sociedades.
Como él ha explicado, los atuneros occidentalels, españoles incluídos, faenan en estas aguas. Pero no con bandera de sus países. Es decir, van a esas aguas y las explotan con nuestra potencia tecnológica y con sus escasas limitaciones en la explotación.
¿Qué es todo esto? ¿Qué es, por poner un ejemplo que ha puesto Vicente, el hecho de que una empresa española, como Pescanova, vaya a las costas de Senegal e instale una gigantesca infraestructura? Para pescar, congelar, manufacturar y enviar el pescado, a un mercados muy lejanos a Senegal. Mientras los pescadores tradicionales nativos, se quedan sin pescado y no alimentan a su sociedad. Pero es que además, las artes tradicionales de aquellos pescadores eran las que permitían conservar y perpetuar los recursos. Y ellos jamás, supongo, utilizarían conceptos como sostenible, ni verde, ni eco, etc.
Pero la cuestión no son ya ellos. Sino nosotros. La cuestión es que estas cosas son así. ¿Y qué percepción tenemos nosotros de ellas? ¿Las vemos? ¿Nos las planteamos? No, en general no. Como sociedad en su conjunto, evidentemente no. No hay más que ver que, en ninguno de los informativos que han cubierto esta realidad, hay referencia alguna a estas situaciones, a las relaciones de los pesquero con el medio al que van, tanto el marino como el humano. Nada. Sólo el hecho de que son atacados.

¿Con qué enfoque, sobre la realidad partimos? Para analizarla, para juzgarla. Pienso que con un enfoque equivocado. Equivocado, no sólo porque pueda ser juzgado como moralmente negativo. Eso podría obviarse. Sino, sobretodo equivocado, porque genera un discurso que, por muy bien construído que esté, por muy sofisticado que sea, no nos permite comprender. Es decir, nuestros barcos allí no sólo sufren el problema, son parte importantísima de aquello que genera el problema. La forma de vida, de la sociedad a la que estos atuneros pertenecen, es parte activa en la creación del problema. Sin embargo, nunca, nunca, nunca, dicha sociedad abordará el problema situándose como parte del él
Con ello, ¿qué individuos tenemos en nuestra sociedad? ¿de qué enfoque partimos para relacionarnos con el mundo? ¿Cómo vamos a ponernos a pensar en las costas de Senegal, cuando cojamos unos filetes de un pescado, en un congelador de algún supermercado. ¿Cómo vamos a atar cabos? ¿Cómo llegamos de ese pescado, a la relación que, su forma de obtención, tiene con la destrucción de un hábitat y unas redes sociales?
Dependemos totalmente de nuestro sistema de vida. No tenemos autonomía respecto a él. Estamos atrapados en una gigantesca contradicción y lo único que hacemos es huir hacia delante. Podemos llegar a la discusión de que está mal. Pero, hacia dónde podemos ir, realmente, más allá del discurso. Con honestidad. Como especie, estamos en una encerrona. Llevamos siglos huyendo. Y ahora apenas nos damos cuenta. Pero no por aprendizaje, sino por castigo. Por las consecuencias, que ya vemos, de nuestra huída.

El Mundo II - La Negra

Murió La Negra. Supongo que para muchos, allá en América, habrá sido una pena. Aquí en España, su muerte no copó hasta la saciedad todas las portadas, no ha habido debates en la televisión, revisando su figura. Sin embargo, Mercedes no se ha ido en el olvido. Hubo y hay quien la conocía bien, quien la apreciaba por su música y por todo lo que su música significaba. Para una generación que vió, al fin, luces de libertad tan largamente, pero tan largamente ansiadas, tras 40 años de dictadura. Una dictadura que mató y luego ahogó, a cientos de miles de almas anónimas, cuyo crimen, fue el de creer, el de aspirar, de alguna manera, a borrar la huella oscura de la sempiterna represión, del abuso, de la injusticia. No es que fueran ángeles, ni héroes, ni cándidas almas inocentes. No es que escribieran grandes tratados sobre la moral y la sociedad, es que respondieron a una llamada, a un desafio. Y pagaron un precio muy alto.
En España hubo un gran pacto del olvido. Una amnesia colectiva, que muchos pretender obviar, olvidar. Sin embargo, muchos de sus efectos, aunque difusos y difícilmente interpretables, para una sociedad acostumbrado a no analizarse críticamente, extienden sus consecuencias en la sociedad.

No somos tan distintos a muchos de los países de América, cuyas sociedades viven con el lastre, o siguen dominadas por dictaduras. Dejando al lado las innumerables diferencias, entre ellas la innegable diferencia de posibilidades materiales a las que se tiene acceso en España, como país europeo. Compartimos, en algún de nuestro espíritu, un quejido similar al que voces como el de Mercedes Sosa daban vida. Por más que el ruído de la vida "moderna" nos abote los sentidos. Hay una parte de nosotros, o una parte de algunos de nosotros, que responde, que se identifica con los sentimientos que llevan alzar ese quejido, que La Negra supo portar. Por eso, algo de nosotros acompaña también a Mercedes, en su viaje de vuelta a casa.

Este es mi pequeño homenaje. Gracias Negra.

El Mundo I - El Gran Salto Adelante

Mientras afirmó dar aquel Gran Salto, el gigante asiático obviaba todo el barro que, de sus inmensas botas, caía sobre millones de olvidados parias. La ambruna fue tal, que para dar respuesta a aquel gigantesco desastre, tuvo que inventarse un nuevo desastre gigantesco. Y de la manga de Mao, surgió La Revolución Cultural. Después vino Xiao Ping, y abrió las alas del monstruo a la influciencia de todo aquello que en el capitalismo pueda generar, producir, crear riqueza y evite, cualquier reparto justo. Acosta de lo que fuera. Y la maquinaria de hierro siguió creando raíles por los que avanzar, avanzar, avanzar. ¿Avanzar hacia dónde?
En nombre de lo que se denomina crecimiento, se da rienda suelta a la destrucción más violenta. Se llenan los estómagos, se vacían las cabezas. Los mitos, los ídolos se transforman, para mantener siempre la atención distraída en sus promesas huecas.
La especie humana está loca. La especie humana no escucha ni el quejido de su propio dolor. Sino que ciega sus ojos y corre, corre, huyendo, fingiendo saber adónde quiere llegar. Pero no sabe nada. Somos monigotes, peleles de la ambición ciega.
Pero, ¿qué esconde, qué promete esa ambición? ¿qué esconde la siguiente colina? Lo que esconde es nuestra propia ignorancia.
¿Cómo vamos a saber lo que escondía, si para llegar a ella habremos destruído todos los árboles del camino?

Seguimos las estela de los mitos. Y vamos ciegos hacia nuestro propia destrucción. O, al menos, es así como yo suelo sentirlo.
¿Tan ciegos? No, tan ciegos no. Es la ceguera de los necios. Cambiamos los mitos a nuestro antojo, según nos convengan para seguir con nuestras fantasías. Hoy mismo, en cualquier chiringuito de los muchos que hay en Beijing, con motivo del sextoagésimo aniversario de la República Popular, podemos encontrar todo tipo de objetos, de souvenirs, de muñequitos, bolsos, lo que sea, con la figura de Mao. Sin embargo, encontraremos muy pocos jóvenes chinos que nos puedan hablar sobre la historia, que nos puedan analizar el pasado, incluso aquel supuesto pasado glorioso de la Gran Marcha. No digamos ya, el pasado no tan lejano, de Tiananmeng. Sus ropas, sus rostro, su aspecto, son más lustrosos que los de todos aquellos pobres olvidados, de mediados de siglo. Sin embargo, su memoria no es más profunda, ni más lúcida. Ni más valiente, ni más libre. Mao ya no conviene como dictador, sino como icono. Vaciado de su contenido político, social. Liberadas las consciencias de la necesidad de cuestionarlo, podemos utilizarlo como cualquier otro objeto, al servicio del ídolo progreso, crecimiento, más, más, más madera.

El ejemplo de China sirve, como podría servir cualquier otro, de cualquier lugar, de cualquier momento, para expresar la estela descarriada en la que me parece que estamos sumidos. Nos envolvemos de ruido, fabricamos más y más estímulos. Y nos olvidamos. Nos olvidamso ¿de qué? No lo sé. No soy tan sabio. No puedo imaginarlo. No puedo recordarlo.

Luces y Sombras VII. El Oasis

Y yo que estaba tan tranquilo. Yo que pasaba por un momento más o menos alegre en mi pequeño mundo y tenía algún tiempo libre. Resulta que me da por meterme donde no me llaman, en la Wikipedia. Ese lugar en el que me pongo a buscar cosas que me gustan. Y tecleo Siwa, la ciudad del oasis egipcio. Y veo sus palmeral y bueno, clikeo un enlace que me lleva a la página web de un tal J E.
Estos personajes no deberían existir o, al menos, yo no debería encontrármelos. Ni debería leer los nombres de lugares que perturben el pequeño orden establecido en mi mente. ¿Para qué? Para qué querría un pobre diablillo como yo nombrarlos. Déjalos que existan y mantenme en su ignorancia. ¿No ves que si no pasa lo que pasa? Y lo que pasa es que me dan ganas de ir, y no puedo. Y lo que me pasa es que me dan ganas de pasarme el rato buscando información sobre ellos, y no debo. En fin, uno que intenta trabajar aquello de sentirse satisfecho con lo que tiene. Y cree que lo consigue, y de hecho así es. Sin embargo, qué fácil es volver a caer en el deseo de sentirse más autorelaizado. Más expandido. Más, ése, que tal vez no sea más que la fantasía de otra persona.
Y venga a alzarse velos. Con su dulce aroma a melancolía de lo que no es. Y ya estamos otra vez. Buscamos en el youtube un ritmo que lo aderece y seleccionamos Moments of Doubt de Omar Faruk. Y a sumergirnos en las aguas oscuras de la fantasía autocomplaciente. Y a alejarnos del aquí y ahora. Y a volar hacia el allí y nunca. Y esta vez te toca ti. Hoy dejaré tranquila a B, tiene mucho trabajo. La pobre ya me ha escuchado bastante. Y tampoco es que tú tengas que aguantarme. Tan sólo será un instante. Tan sólo mientras una nueva nube cruza nuestra mirada y pinta el cielo de nuevas formas, que nos lleven al olvido de este momento. Lo demás es silencio.
En fin, eso es todo por hoy. O quizás algo más. Pero lo dejaremos para otro día, un día en que vuelva a escuchar la voz de la sirena ciega en el fondo de la cueva.

Luces y Sombras VI. Exilio

La noche es joven, o eso dicen. Seguramente los mismos a los que les gusta redundar en la expresión ... la Barcelona de los 50.
No sé si la noche es joven, al menos es silenciosa. Seguramente algo muy parecido a la noche, es lo que debe haber más allá de este universo, que según dicen, se expande. Si se expande, debe acabar por contraerse, o al menos eso se deduce si hacemos casos de la ciencia moderna y la visión hindú del tiempo.
Ojalá la mente se expandiera de la misma manera, se expandiera y fuera más allá de las trabas que la realida le presenta. Ojalá un disparo de nieve recorriera el espacio entre el deseo y la meta. Un minúsculo destello de luz, que nos llevara a la respuesta. A la llave que abre las puertas. Sin embargo, hay tantos obstáculos. El mundo es un lugar tan ajeno a los pequeños pensamientos. Las corrientes que lo mueven, omnipotentes y ciegas. Las leyes que lo rigen, tan simples, tan claras, tan confusas, tan raras. Los ojos de la eternidad nos observan, impertérritos. Las luces de la mañana, se alzan cada día y proclaman que sólo lo que se impone es. Sólo lo que domina florece. Sólo lo que se alza, alcanza la luz, y vive. Sólo aquello que vence, en la batalla, perdura y crece. ¿Cuáles son entonces nuestras armas? ¿La confianza en un futuro mejor? ¿La fe en la constancia? ¿Cómo dotarnos de las armas necesarias, para luchar, para vencer, para llegar, para crecer, para hacer nuestra la balanza?
¿Cómo emerger de entre el fango, donde otras sombras, como nosotros, intentan alcanzar la luz, o al menos, asirse a un pedazo de tierra que no se hunda? Estamos condenados a jugar, y en ese juego escondieron nuestras armas. Estamos condenados a buscar, y en esa busqueda se desacen nuestras almas. Y apenas sabemos por qué. Por quién doblan las campanas. Mientras, seguiremos adelante. Deseémonos suerte. En nada más nos podemos ayudar. La suerte está echada. El mar es infinito, tenemos que remar.
La noche es joven, eso dicen. Y nosotros, ¿Somos jóvenes también?

Luces y Sombras V. Bound for Glory

Llevo un rato viendo un documental sobre Bob Dylan. Ya se ha acabado. Ojalá hubiese durado más, todo el día. Hubiera estado sentado aquí, contemplando la evolución de ese hombre. Escuchando las declaraciones y explicaciones sobre su viaje vital, sin concentrarme demasido en lo que decían. Sino dejándome llevar por las sensaciones que la historia que me contaban producían en mí. ¿Por qué? Porque el relato de su vida es como el de una historia iniciática, de autodescubrimiento. Lleno de luces y sombras. Lleno de destellos y pérdidas. No me refiero a la fama, no me refiero a la leyenda. Sino al drama que dicurre entre líneas del relato. Una historia que avanza y que conecta a su protagonista con el eco, con la evocación de alguien que se reconoce a sí mismo. Un personaje del que me gustaría seguir sabiendo. Seguir, de alguna manera aprendido, seguir creyéndome capaz de aspirar a ir más allá de mis limitaciones cotidianas. Tan plasusibles, tan ambiguas y simples.
Hay algo más, hay mucho más. Existe el personaje que evoca un mundo más simple, más salvaje y a la vez más inocente. Donde la voluntad servía aún como monedad de cambio frente al destino. Donde el camino parecía estar aún esperando a tus pies sobre las piedras. Donde aún era posible reconocerse en el reflejo silencioso del río. Un mundo del que nuestro personaje parece heredero y representante. Un mundo cuyo espíritu encarna y salva del olvido, pues tal mundo ya no existe.
Pero no es más que destello estético. Algo más tiene que haber. Creo que algo en mí responde, se identifica con la necesidad de no claudicar, de no ceder frente aquello que no siente real. Que no siente parte del mundo. Con la maquinaria que el ser humano ha inventado para alienarse, para engañarse, para entretenerse, para huir de sí mismo. Y que genera tanta destrucción. Tanto enfrentamiento. Con el mundo real. Al que teme, desprecia, del que huye y al que agrede.
Por eso inventa una voz falsa. Para no oír la real... No pretendo saber cuál es la real. Pero sí sé que siento que mucho de lo que me rodea, no es más que humo. Ruido. Y no lo quiero. Quiero otras voces, otros ámbitos, que están ahí, tras la cortina de humo. Que están en mí.
De alguno manera, viendo estos documentales. Y estando en contacto con todo aquello con lo que me identifico, me siento más cercano, más en contacto con ese mundo al que pertenezco.
Por eso quisiera haber seguido en esa historia, en ese cuento. Aunque, ya está bien así. Que el cuento no se convierta en trampa. Que el refugio no se convierta en caverna. Que los destellos no se conviertan en alucinaciones. Volvamos a intentarlo, una vez más.

Luces y Sombras IV. El Tiempo

Esta noche pienso en el tiempo. En nuestra relación con él. Qué difícil de entender, de explicármelo. De todas maneras pienso en ello. Una serie de imágenes se suceden entre las palabras. Imágenes de momentos distintos en el tiempo vivido. Y me parece tan difícil reconocerme ahora en aquellos momentos, a los que observo desde un agujero.
La realidad que recuerdo, una realidad que en aquel entonces lo era todo, ahora no es nada. Y me resulta aún más extraño el intento de entender esta realidad desde aquélla. Yo era otro. Como si yo hubiese sido una sucesión otros, irreconocibles, aislados, únicos, diferenciados y extraños entre sí. Y sin embargo, sé que soy yo.
Y esa sensación, aunque nombrada parezca confusión y tedio, sentida no lo es. Es liberadora. Liberadora para seguir teniendo la oportunidad de llegar a ser yo mismo. Liberadora de toda la carga de experiencias, tantas veces frustrantes y dolorosas. Me veo, no ya en imágenes de momentos concretos, sino en imágenes que me evocan sensaciones de lo que yo era. Alguien cuya voluntad se sentía impotente frente a la corriente sorda que le arrastraba.
Es difícil desgranar, descodificar la conjunción de razones externas e internas por las cuales me llegué a convertir en un ser así. Sin duda, la experiencia filial tantas veces nombrada, la experiencia social del mundo que me rodeaba. Todas aquella conjunción de situaciones, en la que de manera continuada yo era fruto de un continuo rechazo. Fueron moldeando mi percepción, la imagen de mí mismo, la relación conmigo mismo, hacia la frustración, hacia el miedo, hacia la desconfianza, hacia la impotencia. Yo quería ser, pero me sentía incapaz de ser. Me sentía incapacitado para ser. Era un discapacitado emocional. Me habían convertido en un discapacitado emocional.

Aquélla era una herida que llevaba a fuego dentro de mí, Pero sé que estoy dejando de ser quien fui, que poco a poco, mi voz, mi verdadera voz va tomando forma en mí. El proceso continúa.
Ésta es una conversación, o mejor dicho, el intento de transcribir la conversación que tengo conmigo mismo, en mitad de la calma, en una noche solitaria, serena, cálida y silenciosa de verano. Una áurea de bienestar me rodea. Sé que eso soy yo. Ese amor, ese calor, esa belleza es lo que soy. Estoy empezando a quererme, estoy empezando a creerme, estoy empezando a serme. Y sé que cada vez me gustaré más. Sé que soy bello. Como bello es el silencio que envuelve mis palabras. Como bello es el revelártelas, como un secreto. Haciéndote partícipe de ellas. En silencio, sin tener que hablar. Confesando en la oscuridad luminosa.



Luces y Sombras III. El Aprendiz

Hace mucho tiempo. Cuando era un niño. En clase, la profesora nos pidió que escribiéramos una pequeña lista de personas a las que admiráramos y explicáramos por qué. No recuerdo los nombres que escribí, salvo uno. Aún hoy, si tuviera que escoger con quien retirarme a algún rincón lejano en las montañas, para estudiar, recorrerlas y conversar. Si pudiera escoger alguien, a quien explicar cómo me emociona aspirar a sentirme en paz con el mundo, con el universo, a través del conocimiento, del descubrimiento que lleva al amor. Si, con tan sólo pensarlo, pudiera dejarme llevar por la voz, por la presencia, por las palabras de alguien a quien escuchar, en silencio y disfrutar. Si tuviera la oportunidad de decir, con quién me siento identificado y confío los secretos de mi inocencia. Si alguien me preguntara, ¿quién? Les diría, Carl Sagan.
En el ordenador tengo la sintonía de Cosmos. Su melodía me acompaña desde aquellos años y la recuerdo, como el preludio a instantes de completo bienestar, los que pasaba, sumergiéndome en las imágenes de aquellos programas, en los que mi imaginación viajaba a través de las soles y los planetas, a través de los antiguos griegos y sus descubrimientos, a través del anhelo de hombres y mujeres que nos precedieron. Más allá de las limitaciones de su existencia. A través del cielo y del mar. De las aguas oscuras y el pálido brillo de las estrellas. Hasta devolverme, de nuevo, al sofá, tranquilo y satisfecho. Contento por haber pasado todo aquel rato, en compañía de la voz que me llevaba de vuelta al mundo de mi alma.
El Dr. Sagan murió un día de 1996, tras sufrir durante sus últimos años, el extraño desarrollo de algún extraño cáncer. Poco antes de morir, concedió una última entrevista para la televisión. En ella, a la pregunta del presentador, dijo que tan sólo se sentía enormente afortunado.
Sirvan estas palabras para honrar al hombre al que nunca conocí y al que siempre, consideraré mi maestro.

Luces y Sombras II. Autumn leaves

No es que las hojas muertas cubran los caminos, no son caducas los árboles en Canarias, si exceptuamos los castaños, aunque que éstos no son canarios. Tampoco es que quisiera hablarte de la ecología del archipiélago, no, ni siquiera de los Alíseos ni del efecto Foehn. Es que me ha sorprendido la presencia de esta canción echando un vistazo. Aunque puede que tampoco sea del todo casualidad. Hoy se percibe un cambio, una atmósfera distinta, el susurro lejano del invierno, flotando en el aire. La cosa invita a escuchar a Chet Baker y contemplar la noche clara, con sus jirones de mar de plata. O eso, o encerrarse en los recuerdos de otros momentos, cuántos habrán pasado ya. Cuántos años habremos vivido. ¿Serán los que marca el diccionario? ¿O serán los que esconden las imágenes y las palabras? Tampoco es que vayamos a ponernos nostálgicos, aunque la noche invita. A ponernos digo, a ponernos de alguna manera. A no pasar desapercibido, ni a la espera. A mirar, en el cristal negro del cielo. Y divagar. O divagar. O mejor sólo vagar. Vagar, mientras el viento de la noche trae recuerdos de algún cálido invierno.

Luces y Sombras I. Sommiatruïtes

A veces necesitarnos irnos. Desconectar. Dejar que nuestra mente, se libere de los lazos que la unen. Necestamos irnos. Necesitamos olvidar. Necesitamos vaciar. Tras tantos estímulos, tras tantos trastos acumulados en el baúl tras, tantas sombras agolpadas en el rincón, necesitamos librarnos de su peso. Un instante que nos reuna con la inmensidad. Nuestra mente necesita dejarlo. Dejarlo, abandonarse a... Abandonarse. Perderse. Adiós, adiós propabilidades, adiós razonamientos, adiós análisis, adiós aciertos, adiós planes que completar, adiós metas que conseguir, adiós obligaciones con las que obtener, adiós necesidad de ti, adiós necesitar de mí, adiós, adiós piénsalo dos veces, adiós esfuerzo, adiós apuestas por el futuro, adiós méritos y puntos, adiós maestros y cultos... Y hola, hola conchas blancas sobre la arena y hola, hola espuma y agua fría. Hola mariposa de vuelo incierto, hola, hola amigo, hola mi amigo, cuéntame tu secreto. Sí, cuéntamelo aquí, los dos sentados. Hola sábanas de seda, y nácares de plata y tierras, y planetas y galaxias. Y barcos y griegos y chinos y el mar. El mar infinto al frente. Y hola yo, hola mi simple e incompleto yo, mi inseguro y diminuto yo, hola vámonos juntos, como antes. Volvamos a la cabaña de las risas, de las risas y de los llantos. De las frutas y los cántaros de agua clara...

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