Al sur la de Isla del Olvido, bañada por las cálidas aguas del Mar de Libia. A los pies de las Montañas Blancas. Camuflada entre barrancos y ensenadas, se halla La Sfakia. Un lugar de encuentro para quien vaga...







martes, 7 de febrero de 2012

Aprovecha el momento (nada es para siempre)


                                               Xavi R. Rizzo
                                                              http://www.thebacos.com/

Nos conocimos, hace ya muchos años, en el bar de la Facultad de Letras. El vivía, y sigue viviendo, muy cerca de allí. Juntos nos fuimos a Madrid, en busca de aventura, y acabamos viviendo en la casa de un Amable Hermitaño. Juntos, pasamos noches de buena música, a bordo del Último Tren. Y nos hicimos mayores, sin saber cómo hallar nuestro camino.
Desde siempre, Xavi ha estado en bandas. A las que presta su voz, ligeramente quebrada, con ese aire italiano, que no desmerece los orígenes que su apellido, Rizzo, sugiere. Algún pueblo siciliano, del que un día partió su bisabuelo. Dicen que podría ser, incluso, el mismísimo Corleone.
Ahora, Xavi ha vuelto a reunirse con sus viejos colegas, The Bacos. Alguna cara nueva, y los compinches de siempre, Mario y César, César y Mario, tanto monta, monta tanto. Atrás quedó la grabación de su primer disco, en la que invirtieron todas sus reservas de ilusión, y buena parte de sus ahorros. Y se fueron, en busca de El Dorado, hasta un recóndito lugar de Valencia, donde un pope del pop español les estaba esperando.
No esperéis que os promocione, les dijo, yo sólo os produzco, el resto es cosa vuestra. La cosa, no fue tan bien como esperaban, y debilitados por la experiencia, acabaron por dejarlo.
Pero el tiempo no pasa en valde. Y hoy, tras años de esfuerzos y desencuentros, The Bacos han vuelto. El resultado es un nuevo disco. Hace poco lo presentaron, en uno de esos locales que jalonan la noche del extraradio. El Circus, con un aforo para más de ciento cincuenta personas, se quedó pequeño para acoger el reestreno de la banda que, como el vino añejo, trae consigo el sabor agridulce de la veteranía. Desde el cual cantarle al mundo, Vuelvo a sentirme bien.

Brindo por ello.

El Yuse


Eran uno de aquellos personajes del barrio, de los que deben quedar pocos, hijos de una época. Solían llamarse Josep, pero todo el mundo los conocía como "el Yuse". Eran tipos dos tres años mayores, de domicilio desconocido. Que pululaban por la calle, con fama de bala perdida. No se les conocía habilidades especiales, ni atesoraban un especial carisma. Poseían un lado oscuro, que les hacía andar con aire desconfiado. Eran carne de colegio público, eternos repetidores, empeñados en mostrarse orgullosos de su fracaso. Como si el tiempo no fuera a pasar, como si la vida no fuera a apartarles en olvido. Como si pudieran seguir siendo siempre ese personaje, difuso pero inconfundible, el Yuse.
Qué lejos quedaron ya los tiempos en los que el Yuse recorría altivo su reino. Solíamos verlo, a la vuelta del colegio, entrando en algún bar, o sentado en el respaldo de algún banco.  Y es que eran otros tiempos. Tiempos de monotonía, a la espera de que la vida comenzara a mostrar, de una vez, de qué iba todo esto.
A veces me pregunto si los echo de menos. Y estoy seguro de que no. Sin embargo, cuando, muy de tanto en tanto, me dejo caer por el barrio, no puedo evitar buscar su silueta, entre las que habitan la plaza, a la espera de encontrármelo. Y decirle, sin que él se dé cuenta de mi presencia, ni me reconozca, joder Yuse, cuánto has cambiado.

¿Dónde se fueron los gorriones?


                                          http://carduelis-carduelis.blogspot.com/2011/04/simplmente-gorriones.html

En Londres los dan por desaparecidos. En Madrid se pierden varias miles cada año. En Barcelona no sé cómo estará la cosa. Aquí en Gasteiz se ven, aunque probablemente menos que antes. Llevan casi trescientos mil años a nuestro lado. Debe ser una de las asociaciones con humanos más antiguas, y más longevas. Con esa presencia discreta, casi invisible. ¿Por qué desaparecen ahora? Los insectos y las aves son grandes indicadores ambientales. Con su ausencia, o su presencia repentina, nos hablan de que algo no va bien o, al menos, de que está cambiando. Puede que la ausencia de los gorriones sea una de esas señales. De ésas, a las que apenas prestamos atención.
Pero algún día, cuando las nuevas generaciones se sorprendan al oírnos preguntar ¿Dónde están los gorriones? Seguramente no sepamos explicarles por qué echaremos de menos a aquellos pajarillos, de aspecto discreta, con sus alitas marrones y sus manchas grises, que parecían estar siempre ahí, y que un día, de repente, se fueron.

La Leyenda del Ácrata

En una de buhardilla del barrio viejo vivía un pequeño revolucionario. Apenas se dejaba ver, se pasaba el día planeando revueltas. Se consideraba un libertario, aunque más bien tímido para ser un libertino, y no era muy proclibe a compatir su fe con el resto de sus semejantes. De hecho, tan sólo él conocía la verdadera naturaleza de su condición.
Constantemente se le ocurrían títulos de futuros libros, que no llegaba a escribir. E inspiradores discursos, con los que encandilar a un auditorio entregado al aplauso. Sin embargo, nada de lo que imaginaba en su mente sucedía. Aunque él no perdía la esperanza.
En una ocasión, una de esas mañanas de sábado, en las que solía salir a estirar un poco las piernas, nuestro amigo se encontró frente a frente con su mayor enemigo. Allí estaba, mirándole, con aquel aire de desafío. Con esa expresión de agrio rechazo en su rostro.
Dio apenas algunos pasos hacia un costado, se agachó lentamente, sin perder de vista a su rival. Cuando hubo cogido una piedra del suelo, elevó con desdén el brazo, mostrando orgulloso su arma. Su oponente apenas se inmutó. Siguió mirándole, inmóvil, frente a él. Así que nuestro héroe disparó. Lanzó la piedra con toda su fuerza.
Mientras el cristal del escaparate se resquebrajaba, dijo en voz baja, por hoy, ya no volverás a molestarme.

domingo, 5 de febrero de 2012

Una pequeña luz





Pongamos que hablo de ella. Una pequeña luz en mitad del océano. Que crece , hasta envolverlo todo con su brillo. En ella, los ojos, tratando de cerrarse, apenas aciertan a entrever las cuatro letras que forman la palabra AMOR.

Lo demás



Ya llega la noche, con su legión púrpura, de las nubes, que se deshacen, bajo la luna. En los tejados de nieve las chimeneas vierten su alo de humo. En la radio suena el Claro de Chopin, mientras el locutor se empeña en perpetrar un poema, largo y aburrido. Y así, esta tarde de febrero, se va. Entre los suspiros escondidos de las paredes, y el eco lejano de un motor, perdiéndose al final de la calle. Por eso, mientras la luz se torna oscuridad, trataremos de olvidar las palabras que nombren todo lo demás.


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