Al sur la de Isla del Olvido, bañada por las cálidas aguas del Mar de Libia. A los pies de las Montañas Blancas. Camuflada entre barrancos y ensenadas, se halla La Sfakia. Un lugar de encuentro para quien vaga...







lunes, 12 de octubre de 2009

Luces y Sombras IV. El Tiempo

Esta noche pienso en el tiempo. En nuestra relación con él. Qué difícil de entender, de explicármelo. De todas maneras pienso en ello. Una serie de imágenes se suceden entre las palabras. Imágenes de momentos distintos en el tiempo vivido. Y me parece tan difícil reconocerme ahora en aquellos momentos, a los que observo desde un agujero.
La realidad que recuerdo, una realidad que en aquel entonces lo era todo, ahora no es nada. Y me resulta aún más extraño el intento de entender esta realidad desde aquélla. Yo era otro. Como si yo hubiese sido una sucesión otros, irreconocibles, aislados, únicos, diferenciados y extraños entre sí. Y sin embargo, sé que soy yo.
Y esa sensación, aunque nombrada parezca confusión y tedio, sentida no lo es. Es liberadora. Liberadora para seguir teniendo la oportunidad de llegar a ser yo mismo. Liberadora de toda la carga de experiencias, tantas veces frustrantes y dolorosas. Me veo, no ya en imágenes de momentos concretos, sino en imágenes que me evocan sensaciones de lo que yo era. Alguien cuya voluntad se sentía impotente frente a la corriente sorda que le arrastraba.
Es difícil desgranar, descodificar la conjunción de razones externas e internas por las cuales me llegué a convertir en un ser así. Sin duda, la experiencia filial tantas veces nombrada, la experiencia social del mundo que me rodeaba. Todas aquella conjunción de situaciones, en la que de manera continuada yo era fruto de un continuo rechazo. Fueron moldeando mi percepción, la imagen de mí mismo, la relación conmigo mismo, hacia la frustración, hacia el miedo, hacia la desconfianza, hacia la impotencia. Yo quería ser, pero me sentía incapaz de ser. Me sentía incapacitado para ser. Era un discapacitado emocional. Me habían convertido en un discapacitado emocional.

Aquélla era una herida que llevaba a fuego dentro de mí, Pero sé que estoy dejando de ser quien fui, que poco a poco, mi voz, mi verdadera voz va tomando forma en mí. El proceso continúa.
Ésta es una conversación, o mejor dicho, el intento de transcribir la conversación que tengo conmigo mismo, en mitad de la calma, en una noche solitaria, serena, cálida y silenciosa de verano. Una áurea de bienestar me rodea. Sé que eso soy yo. Ese amor, ese calor, esa belleza es lo que soy. Estoy empezando a quererme, estoy empezando a creerme, estoy empezando a serme. Y sé que cada vez me gustaré más. Sé que soy bello. Como bello es el silencio que envuelve mis palabras. Como bello es el revelártelas, como un secreto. Haciéndote partícipe de ellas. En silencio, sin tener que hablar. Confesando en la oscuridad luminosa.



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