Al sur la de Isla del Olvido, bañada por las cálidas aguas del Mar de Libia. A los pies de las Montañas Blancas. Camuflada entre barrancos y ensenadas, se halla La Sfakia. Un lugar de encuentro para quien vaga...







martes, 22 de marzo de 2011

Entre ser y pretender I






En alguna ocasión lo he citado, es un programa de radio que suelo escuchar. A veces me entretiene, a veces me aburre, a veces me resulta interesante, y a veces anodino. En esa última categoría suelen situarse los momentos de dos de los colaboradores habituales, el ex diputado del PP, Juan Costa y el ex Presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Supuestamente, ambos protagonizan una suerte de pulso dialéctico semanal, en el que abordan diversos aspectos de la política y la sociedad. Podría parecer que representan dos posturas, sino enfrentadas, sino antagonistas, al menos sí discordantes, a través de las cuales, instruirnos y profundar en nuestra comprensión de la realidad. Sin embargo, a la hora de poner atención a sus palabras, deberíamos plantearnos de qué realidad hablan. Qué realidad nos dibujan y, sobre todo, cómo se sitúan a sí mismos en esa realidad. El papel con el que quieran dotarse, la idea que de sí mismos quieran transmitir, será el argumento principal con el que construir ese discurso, con el que supuestamente, deben instruirnos. Recordemos que no es lo mismo ser que pretender.
En una intervención reciente, ambos contertulios se felicitaban, por un más que posible fallo del TC, favorable a un recurso que Rodríguez Ibarra interpusiera en su momento, contra la gestión única, por parte de Andalucía, del Río Gualdalquivir. Ambos afirmaban que esa posible sentencia (a día de hoy ya realidad) así como otra sentencia anterior del mismo tribunal, en relación a un asunto similar en Castilla y León con el río Duero, eran un verdadero tirón de orejas del TC contra los desmanes y desatinos autonómicos, siempre dispuestos a cercenar el patrimonio común. Nada más certero para las gentes de bien que pudiéramos estar escuchándoles. Cómo no defender la integridad de unos recursos tan esenciales, columna vertebral de los territorios, como son los ríos. A quién, sino a mentes cargadas de desatinado esgoísmo, podría ocurrírseles llamar propio, lo que en buena lógica es compartido, no sólo por los habitantes del país, sino por toda la humanidad. Amén de un TC, siempre presto a tomar la  aguja y volver a hilar, los girones de un equilibrio que algunos se empeñan vilmente en deshilachar.







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