Hace algunos días, los medios se hacían eco de la ceremonia civil que, en honor de Juan Antonio Samaranch, tenía lugar en el Palau de la Generalitat, tras su muerte. En los diversos cortes que se nos ofrecían, destacaban las muestras de afecto por la labor y la personalidad del ex presidente del Comité Olímpico Internacional. Entre ellos, el de su hija, que nos hablaba sobre una de las canciones que habían sonado en la ceremonia. Amigos para siempre, la favorita, según nos decía, de su padre.
Dejando a un lado el discutible atractivo musical de la pieza, no deja de ser curioso que esta canción sea la elegida por el sr. Samaranch, para ser recordado. Que la sitúe, no ya como una canción que le gusta sino, lo que resulta difícil de creer, como su favorita. Debe haber algo más, entorno a esta canción, que le haga apreciarla tanto. Todos recordamos como Amigos para siempre fue el himno de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Y éstos, el gran hito de la historia olímpica de Samaranch. La consumación del gran reconocimiento internacional para hombre que recogió el testigo de un Movimiento Olímpico, agonizante tras los Juegos de Mocú '80, y lo convirtió en la institución fuerte e influyente que hoy es. De aquél que consiguió superar el rechazo de las élites deportivas anglosajonas y llevó los Juegos a su ciudad. De él que, instaurado ya en el panteón de los aurigas sagrados del olimpismo, hiciera uso de su gran influencia para casi conseguir que Madrid albergara los Juegos que, finalmente, se llevaría Río.
Sin embargo, esta explicación no satisface toda nuestra curiosidad sobre la relación de Samaranch con Amigos para siempre. Tal vez la respuesta la encontremos viajando atrás en el tiempo. 1975, muerto Franco, Juan Antonio Samaranch, presidente de la Diputación Provincial de Barcelona, concede una entrevista a RNE. En ella, alaba las virtudes del Régimen como garante de la prosperidad.
1977, Samaranch es abucheado en la Plaça Sant Jordi por una multitud de ciudadanos que gritan que se vaya. Tiene que ser escoltado por varios guardias de seguridad. Muerto Franco y, con las aguas confusas de una transición en ciernes, Samaranch es destinado, como embajador, a la URSS y Mongolia. Desde el Este, granjearía la red de apoyos necesarios para, en 1980, ser nombrado presidente del COI, del que formaba parte desde 1966. Desvinculado, de manera directa, de la política española. Samaranch se dedicará en los años posteriores a granjearse las amistades necesarias, para ser renombrado en el cargo en 1989, 1993 y 1997, hasta su cese, en 2000. Durante todo ese tiempo, Samaranch pudo tejer una inmensa red de influencias, basadas en la solidez financiera (sustentada por patrocinadores y televisiones) de un COI, del que era máximo exponente. Y principal acreedor de unos fondos, en contaste ascenso, que le permitirían mantener el control sobre las decisiones del comite y sus miembros. El éxito de los Juego de Barcelona 92, suponen para Samaranch el reconocimiento internacional definitivo a su gestión del COI. Pero, bajo los fastos de la gran fiesta deportiva y mediática, los Juegos representan un éxito aún mayor para Samaranch. El reconocimiento de una sociedad, que hace borrón y cuenta nueva, premiándole con la absolución total de su pasado. Reconciliándose ambos, Cataluña y él, como Amigos para siempre.
Ése es el gran éxito de Samaranch. Y ése es, quizás, el gran fracaso de una sociedad que cree que para afrontar su presente, para construir su futuro, lo mejor que puede hacer es finjir olvidar, anestesiar su pasado. Desde el observatorio crítico de medios de comunicaciones, Media.cat, el informe "Els mitjans catalans justifiquen la militància franquista de Samaranch", revela que de los 123 artículos publicados sobre la muerte del expresidente olímpico, sólo 39 hacen alguna referencia a su pasado franquista. Dicho informe, afirma que, tanto los medio escritos como TV3, han silenciado los escándalos de corrupción en su etapa al frente del COI. El informe, afirma que el trato de la figura de Samaranch ha sido totalmente acrítico y acusa a los medios práctica irresponsable. Y denuncia que "la mort de Samaranch ha estat per als grans mitjans de comunicació un exercici col·lectiu de desmemòria, i en alguns casos, de manipulació directa de la història". Evidenciando el poco espíritu crítico y seguidismo de las líneas marcadas por el poder político y económico.
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