La noche es joven, o eso dicen. Seguramente los mismos a los que les gusta redundar en la expresión ... la Barcelona de los 50.
No sé si la noche es joven, al menos es silenciosa. Seguramente algo muy parecido a la noche, es lo que debe haber más allá de este universo, que según dicen, se expande. Si se expande, debe acabar por contraerse, o al menos eso se deduce si hacemos casos de la ciencia moderna y la visión hindú del tiempo.
Ojalá la mente se expandiera de la misma manera, se expandiera y fuera más allá de las trabas que la realida le presenta. Ojalá un disparo de nieve recorriera el espacio entre el deseo y la meta. Un minúsculo destello de luz, que nos llevara a la respuesta. A la llave que abre las puertas. Sin embargo, hay tantos obstáculos. El mundo es un lugar tan ajeno a los pequeños pensamientos. Las corrientes que lo mueven, omnipotentes y ciegas. Las leyes que lo rigen, tan simples, tan claras, tan confusas, tan raras. Los ojos de la eternidad nos observan, impertérritos. Las luces de la mañana, se alzan cada día y proclaman que sólo lo que se impone es. Sólo lo que domina florece. Sólo lo que se alza, alcanza la luz, y vive. Sólo aquello que vence, en la batalla, perdura y crece. ¿Cuáles son entonces nuestras armas? ¿La confianza en un futuro mejor? ¿La fe en la constancia? ¿Cómo dotarnos de las armas necesarias, para luchar, para vencer, para llegar, para crecer, para hacer nuestra la balanza?
¿Cómo emerger de entre el fango, donde otras sombras, como nosotros, intentan alcanzar la luz, o al menos, asirse a un pedazo de tierra que no se hunda? Estamos condenados a jugar, y en ese juego escondieron nuestras armas. Estamos condenados a buscar, y en esa busqueda se desacen nuestras almas. Y apenas sabemos por qué. Por quién doblan las campanas. Mientras, seguiremos adelante. Deseémonos suerte. En nada más nos podemos ayudar. La suerte está echada. El mar es infinito, tenemos que remar.
La noche es joven, eso dicen. Y nosotros, ¿Somos jóvenes también?
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