Murió La Negra. Supongo que para muchos, allá en América, habrá sido una pena. Aquí en España, su muerte no copó hasta la saciedad todas las portadas, no ha habido debates en la televisión, revisando su figura. Sin embargo, Mercedes no se ha ido en el olvido. Hubo y hay quien la conocía bien, quien la apreciaba por su música y por todo lo que su música significaba. Para una generación que vió, al fin, luces de libertad tan largamente, pero tan largamente ansiadas, tras 40 años de dictadura. Una dictadura que mató y luego ahogó, a cientos de miles de almas anónimas, cuyo crimen, fue el de creer, el de aspirar, de alguna manera, a borrar la huella oscura de la sempiterna represión, del abuso, de la injusticia. No es que fueran ángeles, ni héroes, ni cándidas almas inocentes. No es que escribieran grandes tratados sobre la moral y la sociedad, es que respondieron a una llamada, a un desafio. Y pagaron un precio muy alto.
En España hubo un gran pacto del olvido. Una amnesia colectiva, que muchos pretender obviar, olvidar. Sin embargo, muchos de sus efectos, aunque difusos y difícilmente interpretables, para una sociedad acostumbrado a no analizarse críticamente, extienden sus consecuencias en la sociedad.
No somos tan distintos a muchos de los países de América, cuyas sociedades viven con el lastre, o siguen dominadas por dictaduras. Dejando al lado las innumerables diferencias, entre ellas la innegable diferencia de posibilidades materiales a las que se tiene acceso en España, como país europeo. Compartimos, en algún de nuestro espíritu, un quejido similar al que voces como el de Mercedes Sosa daban vida. Por más que el ruído de la vida "moderna" nos abote los sentidos. Hay una parte de nosotros, o una parte de algunos de nosotros, que responde, que se identifica con los sentimientos que llevan alzar ese quejido, que La Negra supo portar. Por eso, algo de nosotros acompaña también a Mercedes, en su viaje de vuelta a casa.
Este es mi pequeño homenaje. Gracias Negra.
Al sur la de Isla del Olvido, bañada por las cálidas aguas del Mar de Libia. A los pies de las Montañas Blancas. Camuflada entre barrancos y ensenadas, se halla La Sfakia. Un lugar de encuentro para quien vaga...
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