Los glaciales del Himalaya se funden. Los arroyos, por los que siempre bajó agua, se secan. Los pastos disminuyen, los yaks, a veces, han de ser sacrificados o mal vendidos. El orden de las montañas, se está trastocando. En el techo del mundo, por más que parezca imposible, empieza a faltar agua. A miles de kilómetros de distancia, en los grandes valles del Indostán, miles de millones de personas, dependen de unas cuencas en las que, a la sobreexplotación, la contaminación, la desvirtuación de las presas, se les une una amenaza más poderosa. La alteración en el equilibrio climático de nuestro planeta.
Quién podía imaginar, hace sólo veinte, diez años, que nos cuestionaríamos siquiera la disminución de los hielos eternos del Himalaya.
Quién podía imaginar, hace cuarenta años, que dejarían de ser eternas las nieves del Kilimanjaro.
Hemos conocido un mundo con un clima regular y constante. A pesar de la inundaciones, de los ciclos de sequías, a pesar de las fluctuaciones, hemos nacido y vivido en un mundo cuyo equilibrio, ha dotado a la vida de un escenario de gran estabilidad.
Todo eso, está cambiando. La perioricidad de las estaciones, la regularidad de las lluvias y las sequías, los ciclos continuados, las oscilaciones atenuadas, están dando paso, a otra cosa. A otra realidad. Poco a poco, todo aquello que considerábamos incuestionable, se transforma, muta. Y deja de ser lo que era. Aunque no queramos verlo, aunque no podamos verlo, por estar demasiado acostumbrados a su presencia.
Un estudio, elaborado en 165 aldeas de tres estados de India, revela que en la última década 280 de 809 manantiales antes perennes son ya temporales o se han secado completamente. De los que manaban por temporadas, 321, se han secado 144 y algo más de un tercio de los 324 arroyos permanentes ahora sólo corren por temporadas.
Estos datos pueden no parecernos tan preocupantes. Sin embargo, deberíamos recordar que el mundo es un sistema interrelacionado e interdependiente. Y que la suma de cambios, dan lugar a un aumento exponencial de las consecuencias.
Y es que, al igual que el Himalaya, los pastos están disminuyendo. El pasado año, la temporada de monzones dejó la menos cantidad de precipitaciones, de los últimos cuarenta años. Las consecuencias de todo esto para las poblaciones humanas y animales, aún no están claras. De lo que no hay duda, es que la disminución de pastos para el ganado, amenaza con llevar a la ruina a millones de diminutas economías familiares. La falta de agua, afecta o impide el correcto ciclo germinativo de las plantas. Cuya presencia disminuye y su producción de frutos se disminuye o desaparece. Lo cual se traduce en ambrunas. Las ambrunas, tienden a generar una mayor presión sobre un medio, ya de por sí castigado por la falta de agua... la vida, tal y como la conocemos, se empobrece.
Qué hacer, cuando la realidad de la que dependes, cambia, se empobrece o desaparece. Qué margen de adaptación tienes.
Ésta es una pregunta, a la que todos los seres vivos de la Tierra deberemos enfrentarnos. Cuanto más dilatemos nuestra respuesta, menos tiempo tendremos. Por más que nos empeñemos en no aceptarlo, la inercia de los acontecimientos no va a detenerse. Aquello que llamamos Cambio Climático existe, está sucediendo. La cuestión no es ya, si estamos de acuerdo no. La cuestión, nisiquiera es si podemos revertir el proceso. La pregunta es, cómo vamos a adaptarnos a él. Y qué vamos a hacer, qué nuevas formas de relación con la naturaleza vamos a establecer, para ayudar a paliar sus consecuencias e intentar no seguir potenciando sus causas.
Debemos responsabilizarnos. Y es que hemos llegado a un punto de desarrollo material, industrial y tecnológico, que nos ha convertido en una nueva fuerza moldeadora de la vida en la Tierra. Capaz de revertir y transformar procesos anteriores a nuestra presencia en el planeta. Hasta ese punto, hemos elevado nuestra influencia. Y es que, para saber alimentar y gestionar esa consciencia, debemos dotarnos de la más radical humildad. Debemos despojarnos de las limitaciones de nuestro pensamiento. De la imagen que tenemos de nosotros mismos, respecto a la naturaleza. La fuerza de nuestra especie, debe tornarse en mayor respeto por el mundo en el que vivimos. Porque es de él, del que nos dotamos para existir. Y sólo en él, en el que podemos ser. Pues de él, dependemos.
Ha llegado la hora de ser sus cuidadores. No sus amos, sino sus moradores agradecidos. Ha llegado la hora, de aprender a compartir nuestro diminuto espacio en el Universo, con el resto de los seres que nos acompañan. Que nos acompañan en nuestro viaje en el tiempo. Y es que no debemos olvidar, que antes que nosotros, otras especies parecieron dominar la Tierra. Otros seres dibujaron el rostro de unos tiempos, que ahora no son más que pasado. Su presencia pudo parecer eterna, mientras existió. Pero ahora, es tan sólo un recuerdo. La vida siguió tras ellos.
Y es que la vida, seguirá tras nosotros. La naturaleza guarda un pequeño secreto, que no deberíamos empeñarnos en olvidar. Y es el siguiente, todo lo que acaba con el equilibrio que lo alimenta, acaba por desaparecer. Quizás nos pueda parecer increible, imposible. Pero nuestra presencia en Universo, no ha sido sellada como un pacto eterno. Nuestra existencia necesita de unas condiciones, que le permitan seguir existiendo. No podemos vivir en cualquier realidad. Y es que, realmente, sólo podemos vivir en la realidad que hasta ahora hemos conocido. ¿Podríamos vivir con menos oxígeno, podríamos vivir bajo mucha mayor radiación solar, podríamos vivir con mucha menos agua para beber? Quizás sí, pero cómo sería esa realidad. Sería, a caso, ¿tan rica como a la que estamos acostumbrados? ¿No valdría la pena, intentar conservar la naturaleza como la recibimos de nuestros antepasados, no sólo los humanos, sino del resto de los animales, de las plantas, de las gotas de agua y los rayos de luz, todos aquellos márgenes, que han hecho posible nuestra vida? Que nos han dado la oportunidad de ser y desarrollarnos.
El problema del Cambio Climático, es el problema de la especie humana consigo misma. El tiempo, nos sitúa frente a una disyuntiva. ¿Hacia dónde queremos ir como especie? Como seres humanos, cómo queremos ser. La conclusión a la que lleguemos, marcará nuestra relación con el futuro.
Es hora de plantearse seriamente, cierta y realmente, esta cuestión. Es hora, de dar el salto adelante.
Es nuestra hora. El Planeta nos necesita. Y nosotros, lo necesitamos a él.
Ayudémonos.
El Servicio de Monitoreo de los Glaciares del Mundo (WGMS, en sus siglas inglesas), respaldada por la ONU, acepta que "los glaciares del Himalaya, en su mayoría, están en un estado de rápido y sustancial repliegue".
"Los glaciares son especialmente vulnerables al aumento de temperaturas. Con la construcción de presas, deforestación y lluvias erráticas están llevando a una terrible falta de agua en las comunidades", explica Vinod Bhatt, responsable del estudio El cambio climático en el tercer polo: el impacto de la inestabilidad del clima en los ecosistemas y comunidades de los Himalayas.
"La falta de agua es el mayor problema ahora en las montañas. Las lluvias son muy erráticas: tal vez hay el mismo volumen de agua, pero no está bien distribuida y las estaciones han cambiado: un mes más de verano y uno menos de invierno", explica Bhatt, de la prestigiosa ONG Navdanya, comandada por la reconocida ambientalista india Vandana Shiva.
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