Lo más impresionante es el silencio. El manto blanco que aprisiona los sonidos en una sugerente ausencia de movimiento. La quietud, convierte los árboles en oscuras siluetas de espectros, entre los que apenas es posible percibir sorprender algún aleteo esquivo. Y el gélido aliento de la nieve, que cae, borrando las huellas del camino.
En la ciudad, los coches apenas si remueven el hielo, convertido en oscuros charcos del asfalto. Bajo los pies, la blanca alfombra se quiebra a cada paso. Y, a lo lejos, en el final de la calle, las formas se diluyen en una pesada bruma de luz tenue.
La vida se concentra para resistir, y cada cuerpo busca su refugio. Detrás de la belleza, cuya lánguida apariencia podría engañarnos, se esconde la fría hoja de una navaja, que al penetrar en la carne, podría hacer saltar gotas de cálida sangre. Su mancha, no tardaría en desaparecer, bajo el influjo de la nada.
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